domingo, 8 de marzo de 2015

VIRIATO, TERROR ROMANORUM: “ROMA NO PAGA A TRAIDORES”



El mundo clásico mantiene una relación ambivalente con sus traidores. Todo depende, como suele suceder, del punto de vista. Así, si el otro día veíamos cómo la resistencia heroica de los Trescientos de Leónidas en el paso de las Termópilas solo fue superada cuando el infame pastor Efialtes les indicó a los persas de Jerjes una vía alternativa, no se suele mencionar demasiado que fue la insistencia del griego Sinón, fingido desertor del ejército griego, la que finalmente logró que los troyanos introdujeran en sus murallas el regalo más envenenado de la “Historia”: el caballo de madera.
Por lo que se refiere al mundo romano, uno de los episodios más célebres de los inicios de su Monarquía es el de la muchacha Tarpeya, relatado por Tito Livio en Ab urbe condita. Según cuenta el historiador, durante la guerra entre romanos y sabinos iniciada por el célebre rapto, la joven Tarpeya, hija del oficial al mando de la guarnición romana, se comprometió a franquearles el paso a los sabinos a cambio de lo que estos llevaban en el brazo izquierdo. Creía, cándida ella, que iba a recibir los brazaletes de oro, cuando lo que obtuvo a cambio de su traición fue la muerte, aplastada por el peso de los escudos que los sabinos portaban también con la zurda. Su nombre se convirtió en el de la roca desde la que, desde entonces, los romanos arrojaron a todos los traidores.
Pero, al igual que los griegos, también los romanos se beneficiaron en ocasiones de prácticas no demasiado honorables. Uno de los casos más conocidos afecta, de hecho, a un compatriota nuestro, el guerrero lusitano Viriato, que durante el siglo II a. C. resistió los intentos romanos de hacerse con el control de las actuales Zamora, Salamanca y parte de Portugal. Solo mediante una traición logró Roma deshacerse de Viriato, aunque, bien por usura, bien por orgullo, no quiso después recompensar a los traidores. De ahí el enigmático subtítulo de esta entrada.
Vuestra tarea de hoy consiste, mis nobles amigos, en relatar la historia del final de Viriato, cuyas victorias le valieron el sobrenombre de terror Romanorum, el terror de los romanos.
Por cierto que Viriato, terror Romanorum, es el nombre que tres amigos zamoranos han elegido para bautizar una cerveza artesanal de factura relativamente reciente, aunque por su fuerza y su sabor muy bien podría llamarse terror Belgarum, pues nada tiene que envidiarles a sus homólogas belgas.  
Ya lo véis, muchachos, el latín y la Historia de Roma se abren paso también hasta nuestros gaznates en forma de cebada líquida. ¿Quién dijo muerto? ¿Quién dijo inútil?


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